Porqué ser Amable y Sonreír

Cosas buenas pasan cuando uno es amable con los demás y sonríe.

Esto es algo que reafirmo cada día. Una de las veces más especiales en que lo reafirmé fue en la cafetería de la UPF Barcelona School of Management, donde trabajé y estudié el semestre pasado. Esa vez, salía de una larga mañana de trabajo con mucha hambre y ganas de comer algo sano, rico y casero como lo que preparan allí. Me gustaba ir a esa cafetería, Hepburn Cafe, porque me hacía sentir como en casa, no solo por la comida, sino por la relación familiar que tenía con las que trabajan allí, Alegría y Pari.

En fin, ese día salía tarde del trabajo, a las 3:30 pm, y ya la cafetería estaba cerrando. Cuando llegué le pregunté a “Happiness”, como llamo a Alegría, que si aún tenía comida. También le pedí disculpas por haber llegado tarde, yo entendía que sólo servían almuerzo hasta las 3:30 y ya estaban cansadas. Como era un poco de esperarse, Happiness me miró con no muy buena cara y movió la cabeza de un lado al otro, como diciendo “no, imposible”. Yo, sabiendo que la sonrisa tiene poder, le sonreí. Utilicé esa herramienta mágica que Dios nos dio a todos y vi como Happiness cambió de actitud, hasta me devolvió un poco la sonrisa.

Fue entonces cuando Happiness le preguntó a Pari que que quedaba para comer y ella sólo respondió “lasagna.” Era un día caliente y había estado sentada toda la mañana y lo último que me provocaba era una suculenta lasagna, entonces les dije que muchísimas gracias que no se preocuparan que ya iba a buscarme una ensalada igual de buena que como la hacen ellas.

Para mi sorpresa, Happiness me detuvo y me preguntó que que quería. Yo, agradecida, le dije que una ensalada. Entonces ella le preguntó a Pari que si por favor podía hacerme una, yo le sonreí, Pari me sonrío de vuelta y me dijo que si.

¡Yo estaba feliz! Aunque aún no había conseguido todo lo que quería. También me provocaba una sopa, pero eso no era parte del menú de ensalada que ofrecen allí. Después de pensarlo un segundo, dije, bueno, que pierdo en intentarlo… Entonces les sonreí de nuevo y les pregunté amablemente si por favor podía pedir una sopa en vez del postre del menú. Ahí Pari solo me respondió: “Quiero ser como tu cuando sea grande.” Jaja.  Ya lo tenía. Yo me reí y les dije que eran lo máximo, que las amaba, y que muchas gracias.

Ahora si, había confirmado que esa buena relación amable que construyo con ellas cada vez que voy a la cafetería ya había dado su fruto. O eso pensaba yo, porque luego además de servirme comida cuando no se podía, y con cambios de menú que en teoría tampoco se podían, Happiness me tenía preparado un yogur con granola que tanto me gusta comer de postre.

Eso ya fue top. ¿Que más podía pedirle a la vida?

Definitivamente se siente muy bien tratar bien a los demás y sonreír. Aunque a veces no tengas ganas de hacerlo, y aunque a veces pienses que alguien no se merece una sonrisa, recuerda que puedes estarle cambiando el día a esa persona y que esa persona seguramente cambie su actitud y te sonría de vuelta. La amabilidad lleva a cosas buenas, nada se soluciona con gritos y enfados. Además, está científicamente comprobado que uno es más feliz cuando trata bien a los demás, lo leí alguna vez en The Kind Book y lo compruebo a diario.

 

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